Trisca gris la quima de la hoguera
y sus llamas acuchillan el cielo
que quieren destripar a las estrellas
para llenar de cenizas el suelo
Charcos en que la fría luna habita
y pies descalzos con su piel morena
que aplastan para sesgarle la vida
a puñados de hojas verde botella
En el río saltos de viejas truchas
que supieron como esquivar anzuelos
y ahora boquean por que se escuchan
zumbidos mansos de bichos viejos
Espinas en manantiales de sangría
incrustadas en rebanadas de pan
como venganza de aquella sardina
que quiso huir intentando pinchar
Bancos blanquecinos que albergan cosas
que alguna vez sirvieron de escondite
escondiendo besos entre sus sombras
Y así el amanecer no se los quite
Mi vista puesta en esas laderas
donde tantas veces juré morirme
asentarme como las fuertes piedras
y formar parte de su tierra firme